martes, 13 de septiembre de 2011

salva opina


UNIDAD Y FIRMEZA. Un poema,un deseo, un Testamento que todavía está pendiente de ejecución desde hace 75 años.

Un deseo para lo que nos movemos en la Izquierda, un testamento de la mayor actualidad y necesidad para Esta, dividida en mini-partidos compitiendo entre sí y auto-excluyéndose. ¡Unidad y firmeza!, parece que para el 20N no va a ser así... Quiero añadir que este poema antes de que cayera en mis manos en forma escrita para poder transmitirlo y compartirlo con compañeros, amigos y amables lectores que se puedan acercar a este blog o facebook, donde también lo he colgado, se lo oí a un viejo anarquista manchego, que estuvo muchos días encerrado en un pozo, esperando el tiro de "gracia" fascista y que "milagrosamente" (no me gusta la expresión por sus connotaciones religiosas, pero en este momento no consigo volcar otra). Escucharle recitar a este anciano libertario, sentir la emoción que le embargaba y que transmitía me conmovió hasta el punto de arrancarme las lágrimas, y eso que entonces tenía unos 25 años menos y era un tío fuerte, cuadrado, duro... Compañero y amigo Vicente Muñoz, vivirás siempre en mi memoria mientras el aire llegue a mis pulmones. Además, curiosamente, el 20N, aunque los tabloiloides del sistema no lo recuerden y si lo hagan para sus antagónicos, murió Durruti, al servicio de la República. Vaya pues el poema:

¿Qué bala te cortó el paso
-¡maldición de aquella hora!-
atardecer de noviembre,
camino de la victoria?
Las sierras de Guadarrama
cortaban de luz y sombra
un horizonte mojado
de agua turbia y sangre heroica.
Y a tus espaldas , Madrid
el ojo atento a tu bota,
mordido por los incendios,
con jadeos de leona,
tus pasos iba midiendo,
prietos el puño y la boca.
¡Atardecer de noviembre,
negro borrón de la historia!
Buenaventura Durruti,
¿quién conoció otra congoja
más amarga que tu muerte
sobre la tierra española?
¡Acaso estabas soñando
las calles e Zaragoza
y el agua espesa del Ebro
caminos de laurel-rosa,
cuando el grito de Madrid
cortó tu sueño en mala hora!
Gigante de las montañas
donde tallabas tu gloria,
hasta la Castilla desnuda
bajaste como una tromba
para raer de las tierras
pardas la negra carroña.
¡Y detrás de ti, en alud,
tu gente, como tu sombra!
Hasta los cielos de Iberia
te dispararon las bocas.
El aire agitó tu nombre
entre banderas de gloria
-tu nombre, grito de guerra
y dura canción de forja-.
Y una tarde de noviembre,
mojada de sangre heroica,
en cenizas de crepúsculo
caía tu vida rota.
Sólo hablaste estas palabras,
al filo ya de tu hora:
"¡Unidad y firmeza, amigos;
para vencer hay de sobra!"
Durruti, hermano Durruti,
jamás se vio otra congoja
más amarga que tu muerte
sobre la tierra española.
Rostros curtidos del cierzo
quiebran su dureza de roca,
como tallos quebradizos
hasta la tierra se doblan
hércules de firme acero.
¡Hombres de hierro sollozan!
Tambores fúnebres baten
apisonando la fosa.
¡Durruti ha muerto, soldados;
que nadie mengüe su obra!
Se buscan manos tendidas,
los odios se desmoronan,
y en las trincheras profundas
cuajan realidades hondas,
porque a la faz de la muerte,
los imposibles se agota.
Aquí está mi diestra, hermano.
Calma tu tu sed en mi boca,
mezcla tu sangre a la mía
y tu aliento a mi voz ronca,
Durruti bajo la tierra
en esto espera su honra.
Rugen los pechos hermanos,
las armas al aire chocan;
sobre las rudas cabezas
solo una enseña tremola.
¡Durruti ha muerto! ¡Malhaya
aquél que mengüe su obra!
(TESTAMENTO DE DURRUTI, de Lucía Sánchez Saornil)



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