viernes, 22 de septiembre de 2017

Un republicano opina.


Desde mi punto de vista


Este país ha abandonado la industrialización y se ha rendido a competir con el entorno y ha optado por convertirse en en la gran "taberna" donde los europeos vienen a beber cerveza y vino a precios más competitivos que los de sus países de origen.
La des-industrialización es un precio que estamos pagando (ahí están las colas del INEM) y pagarán más nuestros hijos que con más formación y estudios, superiores muchos de ellos, tienen que conformarse, los pocos que lo logran, con empleos que nada tienen que ver con su formación académica a la que dedicaron lo mejor de su juventud.
Este es un país de camareros mal pagados, así, lo confirman las estadísticas recogiendo que el 97% de los contratos de hostelería creados en 2017 son ¡precarios!
Vaya mi respeto a los profesionales de la hostelería, actividad necesaria pero que no puede ser el motor de la economía del país, dado que las modas y los caprichos de los "visitantes" cambian y cuando decidan ir a "emborracharse" y montar sus "broncas" a otras latitudes... ¿Qué va a ser de este país?
La clase empresarial que nunca estuvo dotada de inteligencia y capacidad de previsión para el futuro ha huido a refugiarse en la especulación financiera y a esconder sus millones en los llamados paraísos fiscales. Esos dineros les rinden por la explotación que se da en terceros países, fundamentalmente, del sureste asiático y de África.
A ésto se añade que los diversos gobiernos de este régimen mientras cierran las puertas a cal y canto a incentivar racionalmente la re-industrialización o a la inversión pública necesaria, sólo legislan para proteger los intereses de los poderosos bancos y especuladores, mientras socavan y destruyen los derechos laborales que desde el finales del siglo XIX los trabajadores hemos ido conquistando. El resultado es espeluznante: desempleo, precariedad y pobreza "in creciendo" para los ciudadanos en general.
Ciudadanos que con una conciencia alienada y dormida, todavía otorgan su confianza política mayoritariamente a los partidos que sostienen a sus explotadores. De esta forma el porvenir de este país no es oscuro porque una parte de la península pretenda, con mayor o menor legitimidad, separarse y formar su propio estado, sino por ese mal hacer político genérico que la población, en su torpeza, avala.
SyR


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